07 marzo 2015

      LOS DÍAZ DE FERNÁNDEZ



 Se trata de un buen escritor que accedió al reconocimiento por su libro “Mamá”. Pasó por redacciones como  El Cronista, Gente, Somos y Perfil, hasta que fue contratado por La Nación y hace un tiempo reemplazó a Mariano Grondona en la columna editorial de los domingos, cambiando la forma pero manteniendo inalterable el contenido.



Todas las noches en la radio que lleva el nombre del fundador del diario en que trabaja pero que es del multimedios Clarín, se dedica a la lectura de cuentos y parlotear sobre sentimientos y relaciones de pareja, una versión intelectual de Luisa Delfino, que lo viene haciendo desde hace muchos años. Durante la semana, el autor de “La segunda vida de las flores” añeja su resentimiento hacia el gobierno, cultiva sus animadversiones  siempre dirigidas en el mismo sentido, y riega su odio que proyecta y encuentra su origen, según su interpretación,  en el destinatario de sus críticas. Semanalmente se refiere a la Presidente como la patrona de Olivos. Posiblemente porque nunca registra los avances sociales concretados, es que no tomó conocimiento de la sanción de la ley de Trabajadores de Casas Particulares que arrancó a las personas que realizan las tareas en los hogares de la relación patrona- sierva llevándola a la de empleador-empleada. Un salto cualitativo que los bien comidos no comprenden o en el mejor de los casos minimizan. Perón había realizado la transformación de la entonces denominada sirvienta, entre otras expresiones peyorativas,  a empleada textil, con sueldo, aguinaldo, obra social y vacaciones. Eso que seguramente los Fernández en sus Díaz sin privaciones denominan despectivamente “populismo”. Los Saguier y Magneto, utilizando el particular lenguaje del periodista, serian los patrones del escritor. Seguramente nunca se referiría a su relación laboral en esos términos. Aunque no es necesario tener patrón para tener una actitud de sirviente, como se puede observar a diario. El autor de “El puñal” que algún desconocimiento llevaría a pensar que es falsamente su autobiografía cuando es una novela policial del género negro,  es influyente en su círculo íntimo, al punto que  uno de sus amigos más cercanos, con su mismo nombre, sin prisa, utiliza la misma expresión de “la patrona de Olivos”.
Jorge recuerda que pasó por la izquierda nacional. No existen testigos que respalden su tránsito  por esa notable escuela de cuadros y de vasta influencia política y cultural. Salió indemne de esa formación y su derrotero posterior refleja con notable precisión una frase de Juan José Sebreli en “Buenos Aires, Vida Cotidiana y Alienación”: “Siempre habrá personas que no pudiendo cambiar la sociedad de clases, decide cambiar de clase social”. Era la época  cuando el autor de “El asedio a la modernidad”  aún era un pensador que no había adelgazado el grosor de su pensamiento hasta convertirlo en una retahíla de lugares comunes.
De la computadora de Fernández en sus Díaz inspirados, surgen títulos caracterizados por su mesura: “El mundo nos observa con espanto”; “La década espiada del gobierno de los servicios”; “Un Argentina que mete miedo”; “Entramos en un momento desconocido”; “El galtierismo de Cristina”; “Diatriba y crepúsculo”.
En sus textos, siempre envueltos en republicanismo y saturados de invocaciones al diálogo y al consenso, aparecen expresiones en sentido contrario: “bacanal kirchnerista”, ladriprogresistas”, “modelo monárquico”, “feudalismo provincial”, “ jihad contra el infiel”,  “Movimiento para la
Supervivencia Personal”,  “obediente militancia de probeta”, “la oligarquía peronista”, “feudalismo aldeano”, etc, etc.
Leyéndolo, se observa que intenta correr al gobierno por izquierda, desde el diario “La Nación”, tradicional vocero de la derecha rancia y de los sectores agropecuarios y más recientemente de los financieros, cuyos lectores tradicionales, expresados en las cartas, todavía añoran a la Revolución Fusiladora. Con una imprecisión terminológica injustificada en un analista político, habla de provincias feudales, cuando en nuestro país existen insuficiencias y retraso en el desarrollo capitalista, en el lenguaje cepeliano subdesarrollado, pero no feudalismo. Así asevera: “La realidad sin trampas ni paranoias es bien distinta, pero no menos inquietante. Los Kirchner nacionalizaron un formato único: el feudalismo provincial.”


Tomando cualquier texto sobre feudalismo puede leerse las siguientes características, que claramente no se dan en nuestro país: “1.- Durante el periodo feudal la economía era autárquica, es decir, se producía sólo lo necesario para el consumo del feudo. 2.- Como no se producía excedente no existía el comercio. Los emisarios del señor feudal recogían los impuestos en especie y les dejaban a los campesinos escasamente los productos necesarios para sobrevivir. 3.- Como consecuencia de la inexistencia del comercio no existía circulación monetaria entre feudo y feudo.
Algunas de estas situaciones se vivieron al estallar la convertibilidad que apoyó con entusiasmo el diario cuya ideología expresa  el escritor devenido en politólogo. El mismo diario que apoyó todos los golpes de estado, cuyo fundador exterminó dos tercios de la población paraguaya, que instigó la muerte de  algunos de los caudillos provinciales y que contemporáneamente fue socio y cómplice del terrorismo de estado. 
Embanderado en un pretendido periodismo independiente de los gobiernos, integra el medio que responde a los intereses del poder económico, y cuya expresión más conspicua fue el ultimátum que el alto dirigente del diario, Claudio Escribano, le entregó a Néstor Kirchner en forma de pliego de condiciones, antes  de asumir, con la advertencia que de no cumplirlo no duraría un año. Es el mismo medio cuyos propietarios tienen conocimientos profundos en sociedades  fantasmas radicados en  paraísos fiscales y que adeuda a la AFIP cerca de trescientos millones de pesos.
En ninguno de las notas de cualquier Díaz,  su periodismo independiente nunca hizo referencia a esta situación, ni obviamente su valentía no llega a cuestionar a los dueños de la sartén económica. Sin embargo, hay momentos que parece escribir desde  el diario del Partido Obrero y que trabaja en un monasterio de monjas de clausura.
Afirma: “Los progres del kirchnerismo, esos grandes fabricantes de coartadas intelectuales”.
Dada vuelta la frase se convierte: “El pretendido progresismo de Fernández, gran fabricante de coartadas intelectuales.”




Pero la naturaleza última, real,  aparece en las entretelas de su pensamiento, cuando compara las manifestaciones del 18F y 1M:  “La contramarcha organizada por el kirchnerismo fue nutrida, pero ni por asomo estuvo cerca del multitudinario 18F. Utilizaron todo el aparato estatal (nacional, provincial y municipal) para movilizar y resultó mayoritariamente una concentración de militantes. Bajo los paraguas, en cambio, había miles de espontáneos, y aquella protesta tuvo multitudinarias réplicas en muchas ciudades. Si un extranjero viera las dos postales, llegaría fácilmente a la conclusión de que ayer marchaban los soldados del poder, y que bajo el diluvio tropical caminaron su dolor los ciudadanos inermes, la fiel infantería de la democracia.



Un pensamiento un poco  menos brutal que el de su colega escritor  Marcos Aguinis, habitual columnista de la Tribuna de Doctrina, que en su juventud fue candidato de un partido de izquierda y hoy despliega un vademécum de lugares comunes del liberalismo más atrasado: “La Marcha del Silencio que tuvo lugar el 18 de febrero….reflejó a la otra porción de la sociedad. No hubo insultos, ni silbatinas, ni escraches, ni robos ni destrucciones. Tampoco choripanes ni vehículos que acarrean ganado humano que dicen defender. Ahí quedó pintado el 70% más valioso del país, que quiere una república de verdad, con paz, solidaridad y dignidad. Ahí se demostró que la Argentina aún posee recursos humanos dignos, pese a los microbios inyectados por el populismo durante tantas décadas. Hubo gente de todas las edades, profesiones e ideologías, pero con una clara vocación patriótica”.
Está clara la solidaridad de Aguinis: el ganado suele terminar en el frigorífico. Una república como la que añora el autor de “La cruz invertida”, sin voto universal, secreto y obligatorio, que justamente la consiguió un populista como Hipólito Yrigoyen y se completó con el voto de la mujer impulsado por una populista como Eva Perón.
La expresión “ganado humano” es una remake de la que hizo penosamente conocido al radical Ernesto Sanmartino, el 7 de agosto de 1947, hace apenas 67, cuando  en un discurso en la cámara de diputados acuñó  la expresión “aluvión zoológico”. Dijo entonces: “El aluvión zoológico del 24 de febrero parece haber arrojado a algún diputado a su banca, para que desde ella maúlle a los astros por una dieta de 2.500 pesos. Que siga maullando, que a mí no me molesta”.        
Jorge Fernández Díaz desde  Clarín  y La Nación  habla o escribe y no tiene pudor de autocalificarse  de ejercitar un periodismo independiente. Algunos de los colegas del mismo arco ideológico más sensibles a los señalamientos sobre semejante impostura se autodenominan periodismo crítico. De envolverse con los ropajes de la República, de bajar un discurso moralista, de embestir contra todo lo que huela a populismo, de obsesionarse en la diatriba contra lo que  considera “la patrona de Olivos”, es posible que Saguier y Magneto  no le pidan tanto.

A la derecha de su columna está su colega Joaquín Morales Solá quien el 1º de marzo escribió: 
“ (Cristina Fernández) padecerá la soledad de los rupturistas. Fracturó la sociedad, la dividió con trazos de fanatismos y de odio, sólo para defender una fortuna que ella no puede explicar. El destino se encoge, al fin y al cabo, en el pobre desempeño de salvarse de algunos jueces, ni siquiera de todos”
Analizar doce años de gobiernos, con más de una treintena de medidas trascendentes con argumentos tan pobres, permite imaginar otros comentarios del mismo tenor referidos a otros acontecimientos históricos: “Napoleón emprendió la conquista de Rusia después de una ácida discusión con su esposa Josefina que lo amenazó con denunciar sus propiedades mal habidas. Por lo tanto fue una excusa falsa la noticia que emprendió su larga marcha como viaje de estudio de sus soldados para hacerles conocer cómo vivían los zares y apreciar los tesoros artísticos”; “El cruce de los Andes por San Martín y sus soldados obedeció a que al prócer le gustaba el turismo de aventuras y le complacía hacerlo acompañado, a costa del Estado”; “La gesta libertadora de Bolívar tuvo como objetivo final escriturar el continente americano a su nombre”; “El general Valle se sublevó en junio de 1956, no para restituir al tirano prófugo, sino con la posibilidad de cometer estupro con las estudiantes de la UES, en el amueblado ideal que era la Residencia de Olivos”, “El ex presidente Bill Clinton se presentó a la reelección para cumplir su obsesivo deseo de tener relaciones sexuales con una pasante en el Salón Oval, fantasía que no había podido cumplir en su primer mandato. Un daño colateral, fruto de una impotencia transitoria, fue el bombardeo a Irak en 1998.”
Como dijo William James, el hermano de James, éste último escritor famoso: “Un gran número de personas piensan que están pensando, cuando no hacen más que reordenar sus prejuicios”
En el mismo sentido el ensayista Alejandro Horowicz ha afirmado: “Debajo de cierto nivel, no se es de derecha ni de izquierda, se es bruto nomás” 
No se critica aquí la orientación ideológica de los análisis, sino su superficialidad. 
Con un poco menos de ira, los Díaz de Fernández como los de sus compañeros Marcos Aguinis y Joaquín  Morales Solá, serán mejores.
El enojo es un estado en que la lengua (o el teclado) funciona más rápido que la mente.    
3-03-2015  


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1 comentario:

  1. Muy bueno...Los brutos, enojados, son más brutos todavia. No soy kirchnerista, soy bastante crìtico del gobierno, pero hay sectores opositores que obligan a tomar posición en defensa del " populismo"...no hay derecho a ser tan bestia...

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