07 octubre 2013

PERIODISMO Y PERIODISTAS ÉTICOS












El kirchnerismo  bajó de su lugar impoluto a los periodistas estrellas, ubicación desde la cual se desempeñaban como fiscal y juez en su época de oro que fue la de los noventa. “Contra Menem, todos eran progresistas” y en esa época campeaba la conocida afirmación de Horacio Verbitsky que “periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda”. Durante el menemismo, gobierno y poder económico estaban fusionados. En cambio en el kirchnerismo, el gobierno y franjas del poder económico anterior a su arribo tienen importantes zonas de conflicto. El periodismo que se autocalifica de independiente, profesional o crítico, es opositor al gobierno y oculta  al poder económico que defiende y que en muchos casos integra. El periodismo oficialista de un gobierno popular, defiende al poder político en líneas generales acríticamente  y apunta en su trabajo al poder económico que es el que realiza la tarea de erosión. 
Periodistas estrellas durante el menemismo han sido cuestionados en la última década, dejando girones de su credibilidad y acumulando un odio que envenena todos sus análisis.
Dentro del escenario descripto, las polémicas ideológicas entre colegas son imprescindibles, válidas y necesarias.
Cuando en ese debate se baja a la intimidad o se desciende a que la confrontación ingrese en las desgracias de las personas,  se transgrede un límite y ya no es el periodismo sino la ética individual de los que lo ejercen lo que está en el tapete. En esta nota se tratarán dos casos: en el primero de ellos,  dos periodistas que seguramente en los noventa coincidían en la misma vereda, hoy están enfrentados y uno de ellos está viviendo una dramática situación a través de su hijo y el otro impiadosamente se lo refriega falsificando el posicionamiento que el padre ha tenido, adjudicándole declaraciones que nunca hizo. El segundo caso es un típico ejemplo de acoso laboral efectuado por un grupo de periodistas de enorme audiencia que actúan como una banda de estudiantes secundarios contra un periodista agropecuario, en una relación que un psicólogo podría calificar de sado-masoquista.
PRIMER CASO







Pablo García protagonizó un accidente vial en el que atropelló con el auto a un ciclista, trabajador en una empresa de vigilancia, que murió inmediatamente. Eso ocurrió el 17 de febrero del 2013. Inmediatamente trascendieron como verdaderos, diferentes relatos truculentos que luego se desvanecieron. De todo lo que se informó en las primeras semanas ha permanecido que Pablo manejaba con una cantidad de alcohol en sangre ampliamente superior a la permitida. Durante semanas el accidente permaneció en lugares destacados, fundamentalmente por la trascendencia de Eduardo Aliverti, padre del conductor que mató al trabajador. Diferentes medios y periodistas intentaron saldar viejas facturas ideológicas con un periodista emblemático de la radio y de reconocida coherencia. En un clima de “todo vale”, generalmente se identificó al conductor del auto como Pablo Aliverti. A las pocas horas de producido el fatal  accidente, Eduardo Aliverti dejó grabado el editorial “Seamos profesionales” en su programa sabatino “Marca de radio”, donde con notable precisión y austeridad, expresó con una voz atravesada por la congoja: “Pensé, pensamos, me ayudaron a pensar, los que me quieren, si debía estar al frente del programa de hoy. Fue unánime decidir que no, porque yo mismo, con toda la capacidad de abstracción que me atribuyo aún en los momentos más difíciles o terribles, como fue mi enfermedad hace doce años, no estaba seguro, no estoy, de afrontar con la atención que se debe una audición de tres horas. Nuestro programa. Nuestra marca. Sería artificioso no sólo cruzarnos las chanzas con Pedro, los juegos con el top o todos esos guiños que también nos dan identidad. Sencillamente no me da para andar hablando de macropolítica. Y si me diera, sería una falta de respeto hacia el dolor de las víctimas. Más tarde la vida seguirá, no sé cómo. Hoy es esto.
No puedo ni debo decir mucho más que lo expresado en esas palabras que subí al muro de Marca, que a continuación repito: Acá estoy, en uno de los momentos más dolorosos de mi vida, producto de hechos que involucran a parte de mi familia y que tomaron estado público en las últimas horas. Pablo García es mi hijo. Sólo puedo decir que mis sentimientos y el de mi familia acompañan principalmente a los familiares de la víctima, que se está a disposición de la Justicia –ya actuante– en todo cuanto sea necesario para el esclarecimiento de esta desgracia igual de desgarradora que de irreparable y que nuestro objetivo es la estricta igualdad ante la Justicia.
Sólo quiero pedir, frente a las versiones circulantes, que todo lo relacionado con los detalles y marcha de la causa sea vehiculizado a través de los canales correspondientes, evitando especulaciones de otro tipo. Sólo eso. Es lo único que deseo y debo pedir. Gracias si puede ser así. No puedo decir mucho más que esto porque esto es lo que sigo pensando y sintiendo. Y no debo porque está la causa. De esas palabras que escribí el miércoles, a 48 horas de lo sucedido, sólo corrijo que no es uno de los momentos más dolorosos de mi vida. Es el peor. Tipié lo que me salió después del shock, pero ahora asumo que cuando estuve a punto de morirme era yo conmigo. Esto es yo más la gente que debo contener y la gente que está fusilándome. Dejo esta última oración a sabiendas de que van a cargarme que me victimizo, cuando para empezar hay víctimas más tremendas. Pero me sale esto. Con alguna cosa personal me tengo que descargar.
Cuando escribí eso de que no hagan especulaciones, obviamente sabía que no tendría resultado. Pero tampoco podía dejar de pedirlo, en nombre de lo que siempre defendí: no se debe condenar de antemano, hay una causa en marcha, seamos profesionales.
Voy a contar un único episodio. Perfil montó una guardia enfrente de mi casa, con fotógrafa, en un taxi estacionado de contramano sobre la esquina. Lo habíamos visto desde la noche del jueves. Ayer (por el viernes) a la mañana seguía ahí. No aguanté más. Salí de mi casa. Salió la fotógrafa del taxi. Le dije al conductor “discúlpame, no es con vos”. El conductor me dijo “Eduardo, no puedo hacer nada, soy un laburante”. Enfrenté a la piba, a la fotógrafa. Me saqué y le dije, dos o tres veces, “por qué me hacés esto, hija de puta”. La piba me dijo “es mi laburo, entendeme, trabajo en Perfil”. Yo seguía sacado. En medio de la furia, conseguí decirle “pero ponete un límite, ponete un límite, buscá un trabajo donde no tengas que hacer esto”. La piba me dijo “conseguime otro trabajo y me voy”. Se subió al taxi y se fueron.
Lo que estoy viviendo me ratificó, con creces, con impresionantes creces aunque el adjetivo se quede corto como cualquiera que elija, la gente que me vale la pena y la que no. Pero al margen de lo sentimental, también me ratificó quiénes ejercen periodismo y quiénes son una basura técnicamente hablando. Entre los primeros, mucha gente que no piensa ideológicamente como yo. De los segundos, todos los que ya sabía. A los primeros, gracias por la decencia profesional, por la estatura. No hablo de la solidaridad que me transmitieron. Hablo de su categoría periodística. A los segundos, gracias por haberme demostrado que no me equivoco en la identificación de la carroña. Una carroña indescriptible.
¿Qué más? Tanto. Me muero por decir más. No puedo decir más. No debo decir más. Sobre lo que pasó, quiero decir. Y sobre los que ejercieron la crucifixión hasta que surgió otro tema, y después otro desgarro, y después con otro.
Ojalá esto sirviera para que de una vez por todas se abra un debate serio acerca de la ética periodística, más allá de la suerte judicial que sufra mi hijo, de la anímica que tenga que aguantar yo y, sobre todo, del dolor irreparable de la familia del muerto. Podría servir, sí, para la pavada de que se discuta sobre el ejercicio profesional. Todos somos o podemos ser víctimas de la gente que hace periodismo de esta manera.
Como no puedo ni debo decir más, dejo sólo esa reflexión con la parte fría que queda en mi cabeza.
Gracias a todos. Ustedes saben por qué.”
Desde entonces, Aliverti evitó hablar del tema y limitó al mínimo sus presencias radiales y televisivas, fuera de su propio programa.
Las presencias públicas de Pablo García no fueron demasiado felices y algunas decididamente desafortunadas,  pero en la última, el 30 de septiembre, siete meses después del choque en el que murió Reynaldo Rodas, el locutor se encontró en los tribunales de San Isidro con la viuda Catalina Rodríguez y le pidió perdón por embestirlo y matarlo. Esto es lo que declaró Catalina Rodríguez: “Hoy charlamos por primera vez después de la muerte de mi esposo. Tuvimos una conversación intensa. Me pidió perdón, fue un perdón sincero, lleno de lágrimas y yo también lloré. Me dijo que se hace responsable y se comprometió a someterse a pericias psiquiátricas.”
El 26 de septiembre en su columna habitual en Radio Continental, en el programa conducido por Fernando Bravo, el periodista Alfredo Leuco leyó su nota “Críe Cuervos”, que luego fue publicada el domingo 29 de septiembre en el bisemanario Perfil, donde, desde hace varias semanas es editorialista de los días sábados. Ésta fue una colaboración especial adicional en domingo.
La misma comienza así: Críe cuervos. A sus hijos no les exija nada. No les ponga ningún límite. No sea autoritario ni padre castrador de su creatividad. Hijos de tigre. Sea compinche, cómplice de sus ocurrencias. Sea canchero, piola. Vaya a la toma del colegio y apoye la profundización de las medidas y que también corten las calles. Corra a su hijo por izquierda. Dígale que no sea pecho frío, que se la juegue. Que no sea reformista. Saque pecho y cuéntele con orgullo que en su época armaban bombas molotov como si fueran sándwiches y que los más valientes mataban policías……  
Críe cuervos. Comente con sus amigos lo genial y vanguardista que es su hijo. Confiese que tiene ganas de fumarse un porro con él. Que el otro día le robó plata de su billetera, pero usted se hizo el boludo para no hacerlo sentir mal ni frustrarlo. A lo sumo háblelo con su psicoanalista. O mándele un mensaje por Facebook. Usted sabe que chupa un poco, tres o cuatro noches por semana, pero que eso es parte de la vida. ¿O vos nunca te pusiste en pedo? Dedíquele tiempo a su hijo. Ayúdelo para que complete su posgrado en transgresión. No se quede en el chiquitaje. Ofrézcale cocaína….”
Así sigue la nota. Son una serie de consideraciones absolutamente opinables y que Leuco realiza en el ejercicio de su libertad. Hasta llegar a un punto en donde rencores a flor de piel lo llevan a un territorio que parece reñido con la ética y la verdad: “Críe cuervos. Si su hijo atropella, mata y arrastra a un ciclista durante kilómetros arriba del capó del auto, juegue a fondo. Diga que el ciclista era un padre de familia que iba bien temprano a trabajar por un lugar donde no debe transitar y que el muy turro le pegó un tremendo bicicletazo al auto de su hijo. Si su hijo no podía estar parado y tenía más alcohol en sangre que un tonel, minimice el hecho, justifíquelo y recurra al manual del buen padre que le comenté hace un instante. Repita conmigo: ¿Y vos nunca te tomaste una copita de más?”
Concluye la nota con el siguiente párrafo: “Finalmente, amigos, sepan que cada padre tiene los hijos que se merece. Críen cuervos. Pero, por favor, no se quejen el día que les saquen los ojos.”
SEGUNDO CASO



Todos los días de 10 a 14 horas, Radio Mitre pone en el aire y puede verse por Internet “Lanata sin filtro” con la conducción de Jorge Lanata y un importante grupo de colaboradores. Con su particular ingenio que le ha permitido en varias ocasiones sacarle agua a las piedras, el hoy mejor y más eficiente empleado del grupo Clarín transformó un micro intrascendente como es el agropecuario, en un espacio integrado al programa y de fuerte impacto. Payadas entre el conductor y el periodista agropecuario Juan Martín Melo, fueron convirtiendo a este último en una ascendente estrella mediática. Pero con el transcurrir de los días, Lanata fue sometiendo al periodista agropecuario a vejámenes verbales de un tono subido, bajo el envoltorio de un humorismo de estudiantina secundaria. Si fueran estudiantes, sería un típico caso de bullying. La psicóloga María Lujan Díaz en el diario La Nación del 5 de octubre, describe al que somete a otro a bullying: “Acosa de manera sistemática, es decir, que establece estrategias a corto y largo plazo. Puede actuar en grupo o liderar acciones para que otros ejecuten. No se mueven solos porque lo que necesitan de alguna forma es hacer valer un poder y eso se lo realza el resto del grupo.” “Desde Bullying sin Fronteras, Javier Miglino aporta tres características del hostigador: Ejerce una situación de liderazgo de manera tal que lo que hace él produce imitación en los demás, encuentra a la víctima y por último no tiene ningún tipo de freno.”
Como Lanata y su equipo ya pasaron la época del secundario, aunque no pueden evitar su humorismo de estudiantina en donde todos atacan a uno, lo que perpetran es un claro caso de acoso laboral. Éste es conocido también a través del término inglés mobbing (asediar, acosar, acorralar en grupo ) y es la acción de un hostigador u hostigadores conducente a producir miedo, terror, desprecio o desánimo, en el trabajador afectado.













Tomando sólo un día, el viernes 4 de octubre, Jorge Lanata pronunció una larga catarata de insultos contra el periodista Juan Martín Melo, con la participación entusiasta de Guadalupe Vázquez, Mercedes Ninci, Luciana Geuna, Fernanda Iglesias,  Sergio Gendler, Nicolás Wiñazki, que celebraban  con risas e intervenciones, frases como estas: “Ud. no parece una persona sino un escupitajo. Es un gargajo” “Ud. es un pajero” “Hay que ser pelotudo” “Ud. tiene una cabeza mínima” “Ud. es una cucaracha” “¿Quién carajo le puede dar un premio a Ud.?”  “¿A quién le importa lo que Ud. opine Melo?”.  En algún momento y desde el enorme respeto y agradecimiento que le tiene, Juan Martín Melo tímidamente le dijo: “Me trata muy mal” a lo que Lanata le responde: “Ud. es una gota de boludo en estado puro envasado al vacío”. Luego continuó: “Veinte años hablando por la radio y no lo conocía nadie”. Como Melo lo seguía elogiando, Lanata le respondió: “Es un obsecuente, rata arrastrada; Ud. es un gusano.” Melo seguía con su prédica conciliadora: “Yo confío en Ud. Yo confío ciegamente”. Todo esto con intervenciones y risas del equipo. Al despedirse, Melo le dijo: “Un gusto haber hablado con Ud. y todo su equipo” “Para mí no”, contestó Lanata
Hay días en que se suma Gabriel Levinas al equipo y al hostigamiento. Los únicos del equipo que toman prudente distancia de esta relación sádica son Jorge Fernández Díaz e Ismael Bermudez. 
PERIODISMO Y PERIODISTAS ÉTICOS
Alfredo Leuco, Jorge Lanata y Eduardo Aliverti en los noventa estuvieron en la misma vereda contraria al menemismo. Hoy  los dos primeros son visceralmente antikirchneristas. Con un odio que obnubila sus planteos, aunque la crispación la ponen en la vereda de enfrente.
Aunque les gusta posar de éticos a Lanata y Leuco, hay actitudes como las aquí descriptas, que van más allá de una ideología y que los desmienten.
A los que se envuelven con el ropaje de la moral y de la ética, y actúan hipócritamente como sus adalides, le cabe aquella conocida frase de León Trotsky: “Cuando un pequeño-burgués habla de moral (o de ética) hay que echar mano al bolsillo, porque la cartera está en peligro”

05-10-2013 

                

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. la verdad es que todo el asunto es marcadamente patético. desde el lacrimógeno estándar de la primera parte, hasta la última.la exposición de las miserias derivadas del accidente donde el tipo lleva por delante al ciclista; hasta el final, donde se devela la cloaca ( habitual en todos los ámbitos: policía, fábricas, mutuales, redes sociales, conductores de taxis, camioneros, colegiales, docentes ; entre vecinos, putas...y un larguísimo etcétera) hasta la exposición de las miserias de Lanata y su staff, donde se busca a la aplastar a la ¨cucaracha¨ Melo.

    Un asco.

    Mire.

    Vea.


    Mientras vas acumulando poder, en mayor medida ventilas tu propio chiquero

    Me parece que la cita de Trotsky es ¨cuando alguien menciona la palabra moral en dos oportunidades, hay que empezar a desconfiar.¨

    Invierto el planteo sustancial del artículo: podría decirse que al escribir sobre moral en la primera parte ( ¨seamos profesionales¨ o sea, hagamos profesión de fe) a ¨periodismo y periodistas éticos ( el título establece una dicotomía- nosotros somos éticos ellos no) se le podría aplicar la frase de Trotsky señalada al final.


    Cloacas hay en todos lados. por donde se mire.

    Lógicamente, hay un discurso para la gilada, donde los formadores de opinon aparecen con áurea. Nadie está exento de los cuadros de miseria. Similares al que suele darse en cualquier vecindario, aunque algunos sean propensos a esconderlas. Cito a Rimbaud, La mano que ara es igual a la que escribe. qué mundo de manos. yo nunca tendré manos.¨

    ResponderEliminar