24 diciembre 2012

EL REPUBLICANISMO DE LA NACIÓN Y SUS ESCRIBAS



Sus páginas chorrean sangre. Del genocidio paraguayo, de los gauchos de las provincias, del exterminio de los pueblos originarios. Su fundador, Bartolomé Mitre, fue el representante de los comerciantes importadores  del puerto de Buenos Aires. Sus continuadores con el mismo apellido denostaron a los inmigrantes y a su representación política, el Yrigoyenismo; y a los descendientes de los derrotados de las guerras civiles argentinas del siglo XIX que su fundador exterminó en gran medida y que en el siglo XX fueron representados por el peronismo. La Nación es alérgica a todo lo que sea popular, que denosta  bajo el calificativo de populismo. Apoyó a todos los golpes militares y fue cómplice y beneficiaria del terrorismo de estado.
A pesar de este formidable prontuario ultra resumido, es dispensadora del reconocimiento académico y de determinados prestigios. Desde su tribuna de doctrina se pontifica sobre moral, ética, instituciones, república, división de poderes, etc, etc. Intelectuales del establishment, casi todos después de atravesar el gelatinoso campo del progresismo, actúan de columnistas. Incluso intelectuales del campo nacional y popular no desprecian como deberían la letrina de doctrina.
Se alarman sobre la posibilidad de juzgamiento del poder económico que alentó el golpe y luego fue cómplice del terrorismo de Estado. Así el 22 de mayo editorializó bajo el título de “Persecución a empresarios”: “Parecería que el objetivo perseguido es la venganza y el revanchismo, y no la búsqueda sincera de la verdad. La citación a indagatoria del presidente y de un ex gerente general de Ledesma SA, una de las empresas argentinas más antiguas e importantes, ha conferido notoriedad a este nuevo frente de acción judicial por los hechos de violencia ocurridos en los años 70. La acusación es la de haber presuntamente prestado colaboración a fuerzas policiales en redadas en cercanías de la planta industrial jujeña, que implicaron el apresamiento, la tortura y, en algunos casos, la desaparición o la muerte de personas. La citación comprendió a dos directivos que pueden no haber participado directamente en los episodios, pero a quienes se supone responsables por su posición en la compañía. La presión política sobre la Justicia de ciertos sectores del oficialismo para que condene a dirigentes empresarios en casos referidos a la violencia de los setenta ha crecido enormemente. ……Existe una lista que abarca a varias empresas y a sus directivos, entre las que se encuentran Loma Negra, Ledesma, Ford, Mercedes-Benz, Acindar, Astarsa, Fiat, Tensa, Techint, Bridas, Perez Companc, Alpargatas, Celulosa, Socma y el Banco de Italia. Son empresas que tuvieron muertos o desaparecidos entre su personal. Se ha hecho saber que se las investigará para esclarecer si en su momento sus directivos elaboraron listas que hicieran llegar a las autoridades policiales o militares. Esta nueva avanzada se relaciona con la intención de sectores radicalizados del entorno de la Presidenta de hacer llegar la acción punitiva a los funcionarios civiles del Proceso y a los líderes empresarios o intelectuales que le hubieran manifestado oportunamente su adhesión. También se estaría investigando si las medidas aplicadas desde el Banco Central por Domingo Cavallo, en 1982, generaron beneficios exagerados a grupos económicos fuertemente endeudados. Al mismo tiempo, se pretende analizar la conducta de directores de empresas estatales durante el gobierno militar. Ninguna de estas iniciativas oficiales ni otras apuntan, sin embargo, a investigar la actuación violenta de las organizaciones armadas contra la sociedad civil. Debe recordarse que hubo durante los años setenta miles de víctimas civiles inocentes causadas por la acción terrorista y sus crímenes, entre ellas los asesinatos de directivos de empresas, jefes de personal y empleados administrativos. Era frecuente en aquellos años que empresas argentinas desplazaran sus administraciones centrales al Uruguay o al Brasil por temor a los ataques terroristas. Casi todos los atentados se planificaban con información elaborada internamente en las empresas por empleados que, en ciertos casos, eran miembros o adherentes de los grupos armados. No es extraño por lo tanto que en defensa de su personal se hubieran creado o contratado servicios de seguridad y que se hiciera algún grado de investigación dentro de su propio personal. Tampoco debería sorprender que las empresas compartieran esa información con las fuerzas de seguridad o con las Fuerzas Armadas, a las que un gobierno constitucional había encomendado oficialmente la tarea de enfrentar al terrorismo. Los excesos, las muertes y las desapariciones ilegales fueron conocidos en fecha muy posterior. Los funcionarios civiles del gobierno tampoco eran informados sobre las acciones y los procedimientos de la lucha antisubversiva. Es difícil, por lo tanto, poder emitir un juicio sobre estas situaciones antes de demostrar, más allá de toda duda razonable, el pleno conocimiento y la connivencia concreta y directa de los funcionarios civiles y de las empresas acusadas con los crímenes y delitos de la represión.


Esto es, haber conocido y compartido inequívocamente el objetivo criminal de las conductas que conformaron las posteriores violaciones inhumanas. El marco de las amenazas, agresiones y ataques criminales sufridos los ponía necesariamente a la defensiva ante los grupos armados terroristas….”. Cuando el que es juzgado es Jaime Smart, Ministro del Interior del gobernador de la Provincia de Buenos Aires Ibérico Saint Jean, La Nación editorializa el 23 de septiembre bajo el título de “Persecución a Jaime Smart”: “Jaime Smart es acusado de ser responsable, en su condición de ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, de las acciones de la policía provincial contra la guerrilla terrorista. Para poder hacerlo, 35 años después, no sólo se desconoce que fue ajeno a los hechos, sino que también se violentaron los principios básicos de la justicia como el de legalidad e irretroactividad de la ley penal. El doctor Smart tiene un ganado prestigio por sus condiciones personales y profesionales. En sus primeros años como abogado, se desempeñó en el Poder Judicial y, a comienzos de los años setenta, se incorporó a la Cámara Federal Penal de la Nación, que juzgó a miembros de los grupos terroristas que asolaban al país. Las garantías de la defensa en juicio fueron entonces aseguradas y varios condenados por aquella cámara recuerdan la extrema preocupación personal de Smart porque así fuera. La historia posterior es conocida. El primer acto del presidente Cámpora en mayo de 1973 fue la amnistía y la liberación de los condenados y la supresión de la Cámara Federal Penal. El juez Jorge Quiroga, que la integraba, pagó aquella actividad con su vida. Otros sufrieron atentados o recibieron amenazas de muerte y debieron ausentarse del país. Uno de ellos fue Smart. Queda confiar en que se haga justicia y que se disponga el cese de la actual situación del doctor Smart. De lo contrario, no podrá evitarse que muchos entiendan que casi cuarenta años después, por su actuación en la Cámara Federal en lo Penal de la Nación, Smart sea perseguido por un gobierno en el que algunos ex terroristas hoy se enseñorean en importantes puestos.”
Su jefe, el gobernador Saint Jean de quien era su ministro político, había declarado: "Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida a aquellos que permanecen indiferentes y, finalmente, mataremos a los tímidos".
El ensayista José Pablo Feinmann escribió en Página 12 del 15-02-2009: “Lo mismo con Smart. Tan impune se sentía en 1976 que no se privó de nada. Las declaraciones son las siguientes: La Nación, 12 de diciembre de 1976. Desenmascarar a quienes armaron la subversión. La Plata (NA). “Tenemos el deber de desenmascarar a quienes armaron a los delincuentes subversivos; porque si no, corremos el riesgo de que dentro de unos años vuelvan de las sombras.” El ministro de Gobierno había hablado por LS11 Radio Provincia de Buenos Aires. Con entusiasmo, se había referido al reequipamiento de la policía bonaerense, “manifestó que en los últimos ocho meses se invirtieron más de 1500 millones de pesos, y que se aumentó el plantel de la dependencia en 30.000 hombres”. “En el Ministerio de Gobierno (seguía el doctor Smart) hemos tenido siempre presente la necesidad de volcar todos los recursos en la lucha contra la subversión. Lo cierto es que esa subversión no es la subversión meramente armada. Muchas veces se equivocan los términos cuando se limita exclusivamente el de subversión al combatiente que es abatido por las fuerzas del orden. En la subversión debemos incluir a quienes armaron a esos combatientes, pues si nos ponemos a analizar creo que son más responsables que los mismos combatientes.” Esos responsables son los “profesores de todos los niveles de la enseñanza”. En una escuela de Coronel Pringles se secuestró un libro que llevaba por título “Educación y liberación”. “El gobierno de la provincia conoce perfectamente que la subversión es ideológica y se desenmascaran estos casos (...) Ahora, ellos, que en su momento los armaron, han dado un paso atrás tratando de pasar desapercibidos. Una de las mayores preocupaciones es cuidar que en el ámbito de la cultura no se infiltren nuevamente, o por lo menos que no tengan como en otra época la posibilidad de accionar fácilmente y llevar a la subversión armada a tantos jóvenes universitarios y secundarios que, día a día, caen en distintos enfrentamientos.” Smart define como “subversivo” al combatiente “que es abatido por las fuerzas del orden”. Y a las víctimas de la subversión ideológica como “jóvenes universitarios y secundarios que, día a día, caen en distintos enfrentamientos”. El desparpajo para referirse a la matanza es total: los jóvenes universitarios y secundarios caen “día a día”. Y el subversivo no es –pudo haber dicho– el que se levanta en armas contra el orden establecido, contra el honor de la república, contra nuestras tradiciones occidentales, contra nuestro estilo de vida. No, es el que es “abatido por las fuerzas del orden”. Sabía lo que decía. Entre 1976 y 1977, en la provincia de Buenos Aires se mataron miles y miles de personas por motivos erráticos, caprichosos, paranoicos. O por motivos tan precisos como los que el general López Aufranc le dijo al empresario Klein en presencia de Emilio Fermín Mignone, que fue quien contó el acontecimiento. Klein (padre) se le quejó de una huelga de 23 delegados en Acindar. López Aufranc, que se veía eufórico, le dijo: “No se preocupe. Están todos bajo tierra”.
Por otra parte, Alfredo Martínez de Hoz había declarado: “Las guerras sucias nunca se pelean con guantes blancos….Hemos usado con los terroristas los mismos métodos drásticos que ellos habían empleado.” ( Dossier Secreto de Martín Andersen Página 219)
Es extraño este republicanismo defensor de las torturas, de los golpes de estado, de los golpes cívicos militares, de las discriminaciones hacia los sectores populares.
Pero más injustificables son las monsergas de intelectuales cooptados como Beatriz Sarlo, Marcos Aguinis, Santiago Kovadloff, Álvaro Abós, periodistas que gustan verse como progresistas y denunciadores como Gabriel Levinas,  predicadores como Carlos Pagni o Pablo Sirven, o buenos escritores que posan de un equilibrio desequilibrado como Jorge Fernández Díaz.
Periodistas que ejercen de “independientes” como Joaquín Morales Solá, nunca han denunciado las infamias de quienes los contratan. No se le pide que sea un kamikaze, pero entonces que no se autoproclame independiente porque está mintiendo. 
Nadie puede confundirse con el diario La Nación: son 143 años de patear para el arco contrario al del país.   

26-12-2012
Todos los derechos reservados. Hugo Presman. Para publicar citar fuente.


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