18 septiembre 2012

RUIDOS METÁLICOS



Las cacerolas fueron el símbolo para la creación del clima propicio que permitió el derrocamiento  de Salvador Allende en Chile. Allí los momios, el equivalente chileno de gorila, instigaron a las clases medias trasandinas que fueron el ingrediente popular, para que el poder económico concentrado y la embajada norteamericana desplegaran un arsenal de argumentos falaces (“seremos Cuba”, “se eliminará la propiedad privada”, “el estado se apoderará de tus hijos”, etc.),cometiera  sabotajes y asesinatos,  para que así las fuerzas armadas, en nombre de la República, de la democracia en peligro, de evitar el marxismo, de la amenaza a la libertad de prensa, dieran el golpe que terminó con la democracia, la república, la libertad de prensa y convirtiera  a la vida en un blanco móvil, se fusilara sin juicios y se transformara un estadio de fútbol en un campo de concentración. Muchos años antes, un procedimiento similar concluyó con el gobierno de Perón. El mismo artilugio se instrumentó en muchas oportunidades y hoy  se despliega en Venezuela donde se agotan los recursos de los escuálidos y sectores medios para derrotar a un Chávez, que como llamativo “dictador”, sólo perdió una elección de más de una docena, por medio punto, y no tuvo dificultad para reconocer la derrota.
En la Argentina, las cacerolas sonaron estruendosas cuando en el conflicto con las patronales del campo los sectores medios urbanos y rurales tomaron como propios los intereses de aquellos que aspiran a un país en que, paradojalmente no tienen cabida muchos de los que dan cobertura popular a reclamos sectoriales.
Las cacerolas de los sectores medios confluyeron con los más desposeídos en la gigantesca crisis del 2001, donde una mezcla de desilusión, incertidumbre  y miedo a caer en la escala social, unió a los portadores de los utensilios de cocina con los expulsados del sistema y concretaron una bisagra histórica. Resulta imprescindible recordar que el menemismo que entusiasmó a los sectores medios, y la Alianza que era algo así como la propuesta de un menemismo “honesto”, concluyeron en la crisis que arrojó a la Argentina a la papelera de reciclaje. Sólo prejuicios ideológicos ancestrales, alienación a los sectores dominantes, odios clasistas insalvables, pueden llevar a franjas sociales importantes a tratar de repetir la historia. Parecen condenadas a reiterar hasta el infinito el mismo libreto. Si se intenta dialogar individualmente con los que integran este sector social, de ingresos importantes,  muchos con segunda casa en countries o barrios cerrados, se detecta que en el 2001 muchos de ellos estuvieron en la quiebra o en situaciones extremas, y que en estos años han tenido una notable recuperación pero que la atribuyen exclusivamente a sus méritos que le permiten superar las trabas que les impone el gobierno.

LA MOVILIZACIÓN ANTIKIRCHNERISTA
Sin fuerzas armadas que reparen los” ultrajes a la República”, sin representación política que  permita tener una alternativa ganadora, la importante movilización del jueves13 de septiembre levantó un abanico de reclamos con la bandera estrella de la inseguridad.  En ese espectro de insatisfacciones existen protestas justas y otras delirantes que son las más fomentadas desde los medios hegemónicos. Es cierto que el gobierno ignora los efectos erosionantes de la inflación y para Cristina es un tema prácticamente tabú. Si a esto se suma la provocación que mensualmente arrojan las cifras del INDEC, llegando al absurdo de consignar que una persona pueda  comer diariamente por un importe menor que lo que cuesta un café en la inmensa mayoría de los bares porteños, todo ello  pone en cuestionamiento la amplitud de  muchos de los éxitos del gobierno. El tema de la inseguridad en la versión periodística que sólo lo limita a los robos y asesinatos, no puede ser respondido meramente con estadísticas comparativas con otros países que demuestran que aún estamos lejos de los parámetros más deplorables. Debe ser abordado  y explicitado  desde una perspectiva diferente a lo que reclaman sectores victimizados y el discurso dominante, muy sensible a soluciones policiales y legislativas. Es un tema de enorme complejidad, donde las fuerzas de seguridad constituyen una parte no menor del problema. Lo que no se puede hacer es omitir  su tratamiento, exiliarlo del discurso. Se debe instrumentar un plan y hacer evaluaciones públicas periódicas,  en lugar de  remitir a “sensaciones” que a esta altura terminan provocando y no aclarando. Inflación e inseguridad son asignaturas que deben integrar el discurso oficial y su accionar diario. Explicitar claramente que cuando el Estado usa su poder de policía actuando sobre los fijadores de precios, las víctimas no son los empresarios de las empresas oligopolizadas sino que son precisamente ellas las que a través de los aumentos de precios intentan mantener o ampliar su tasa de ganancias. El Estado ha congelado los precios- tarifas de los servicios públicos- durante casi una década-, por lo que ha colaborado en forma más allá de lo razonable con la estabilidad. Como la economía siempre es una frazada corta, esto llevó a un incremento exponencial de los subsidios, donde las críticas que merece el gobierno es la irracionalidad de haber favorecido a consumidores de alto poder adquisitivo o a que hayan sido recibidos por concesionarios sin el debido control y sin mejoramiento en la prestación del servicio.  
Los reclamos acerca de la libertad, los vinculados a la entrada y salida del país, a la “diktadura”, a la imposibilidad de ahorrar en dólares,  la obligación de presentar justificación sobre la licitud de los fondos utilizados en las compras de bienes en virtud de suscribir el país tratados internacionales sobre lavado de dinero, las quejas por la fiscalización más intensa de la AFIP, son  falsos en algunos casos, exagerados en otros  y en general desechables. En un país que ha padecido algunas de las dictaduras más horrendas, es un insulto a la verdad y a la memoria de miles de asesinados  considerar que el actual gobierno es una dictadura. Los que aducen falta de libertad de expresión son los que la utilizan desaforadamente. Los que afirman que no pueden expresarse, lo hacen sin problemas, después de reclamar durante años la recuperación del espacio público y alentar que se vuelva a la represión, precisamente en un gobierno que ha hecho lo contrario.
Medidas macro económicas correctas, como el control de las importaciones, la restricción en cuanto a las divisas para viajar al exterior adoptadas en un escenario de crisis internacional de una profundidad insondable, han sido impuestas sin una explicación adecuada, con legislación confusa, con sucesivas modificaciones o en otros casos sin siquiera disposiciones escritas, lo que deja un campo inadmisible a la arbitrariedad.  Si las medidas son necesarias e inevitables, sabiendo que van a producir una irritación evidente, resulta absolutamente innecesario que una vez autorizado los dólares por la AFIP, se necesiten 72 horas para que el banco cumpla lo autorizado, cuando mediante el avance tecnológico podría ser inmediato o al día siguiente. El control de las importaciones es una tarea ardua, sujeta a inevitables errores, pero no se ha arbitrado un canal rápido para subsanar situaciones injustas. El periodista y escritor Hernán Brienza, de gran afinidad con el gobierno escribió en el diario “Tiempo Argentino”: “No es justificable por ningún tipo de déficit comercial que una persona aquejada de cáncer no pueda ser atendida con drogas importadas. No es justificable ni  es justo. Y obviamente espero que se vayan corrigiendo con el tiempo.”  
Otro de los flancos criticados es el de la corrupción, donde evidentemente existen situaciones confusas siendo benévolos. Aunque el vicepresidente fuera inocente de lo que se lo acusa, los movimientos realizados para desplazar jueces y fiscales en el intento de protegerlo, y el absurdo desconocimiento de quiénes son los socios del fondo que manejaba Ciccone, lo convierte en altamente sospechoso.
Hay situaciones que transitan en el territorio de la arbitrariedad y que constituyen una lamentable mezquindad política, como el retiro de los fondos judiciales del Banco Ciudad, con la evidente finalidad de acorralar a Macri.
Entre los  motivos invocados para movilizarse poco razonables,  figura el uso reiterado de la cadena nacional, la modificación y unificación  de los códigos civil y comercial que “cambiará nuestra forma de conducir la familia”, la imposición de un supuesto pensamiento único, el miedo al gobierno, el fantasma de convertirnos en Venezuela o Cuba, el clamor por una libertad que disfrutan pero que simulan ignorar, la inexistencia de democracia  y la mención que “no somos libres de salir del país”. Todo esto puede ser resumido en “queremos menos Estado”, situación que puede ser interpretada como la ideología convertida en un medicamento que funciona como el Alzheimer sobre la memoria.
Con relación al uso reiterado de la cadena nacional, lo que debe analizarse es si no termina perdiendo eficacia. Además el argumento enarbolado por la Presidenta, que de otra forma no se conocería lo positivo del accionar oficial, escamoteado o directamente ignorado por los medios dominantes, termina siendo una crítica lapidaria a la comunicación de los medios oficiales y para oficiales, cuya magnitud y costo no se corresponden con la inserción lograda.

EL ODIO IGNORADO



Si bien es cierto que la marcha se organizó a través de las redes sociales, que no tuvo referentes, y que su magnitud sorprendió a todos, dirigentes del PRO, de Francisco de Narváez, de Patricia Bullrich y del peronismo residual colaboraron en su propagación y amplificación, lo cual es legítimo pero no debe omitirse. Los medios dominantes luego decidieron apresuradamente convertirlo en una divisoria de aguas. Jorge Lanata, una especie de Pétain periodístico escribió: “Y el reclamo fue democracia, más democracia, mejor democracia”. Para el politólogo Marcos Novaro: “Si alguien coordinó la protesta fue la propia Cristina y su cadena nacional permanente” y pronostica: “….seguir abusando del talk show presidencial hasta que la platea se quede vacía.” Para el ex peronista Julio Barbaro fue “en contra del discurso único de la Presidenta, una manifestación que multiplicó por lejos la cantidad de ricos y gorilas, agotó las categorías de los repetidores de consignas”  y vaticina: “Ya nada será igual después del jueves.” Para Morales Solá fue “una suerte de primavera libertaria”. Para el editorial de La Nación fueron “Cacerolas que convocan a la unión de los argentinos.” Para el licenciado en filosofía Santiago Kovadloff, columnista habitual del mitrismo: “La gente hizo oír su hartazgo…. reclamó instituciones sólidas; desarrollo y libertad de expresión. Le dijo no al miedo y si a la convivencia. No al delito y sí a la ley. No a la mentira y sí a la verdad.” Para Hugo Moyano, “se está perdiendo la paciencia”. Para la ensayista Beatriz Sarlo, “no protestaban sólo porque no podían comprar dólares” y afirma que “es una maldición argentina ser hoy un representante de la clase media.” Para el escritor y periodista,  Jorge Asís, ex funcionario menemista, “El cristinismo fue”. Para Alfredo Leuco: “Ella lo hizo. Pese a sus logros, CFK genera odio por su altanería y autoritarismo.” El periodista Nelson Castro, bajo el título “Estandarte intolerante” sostuvo: “Otra vez, la incapacidad de reconocer errores y la concepción absolutista del poder como una marca del kirchnerismo.” Desde la vereda  favorable al gobierno, pero manteniendo la mirada crítica, Eduardo Aliverti escribió: “Al margen de discusiones bizantinas sobre el número aproximado de manifestantes, fue mucha gente. Mucha. No provino con exclusividad de los barrios acaudalados. No fue sólo en Buenos Aires. Vamos: con ese mismo volumen de muchedumbre, si es del palo decimos que fue imponente. Y también es veraz que el origen estuvo en las redes sociales, porque no podría haber sido de otra forma a partir de que la oposición dirigencial no existe. Este último dato, en gran medida, es lo que llevó a desmerecer la convocatoria porque su proyección sería nula, al carecer de quienes la articulen. Pero eso no significa que se deje de prestarle atención.” Luego separando al analista político de sus deseos, realiza un alegato crítico de la concurrencia  de fuerte contenido emocional. El periodista Eduardo Blaustein, desde el semanario “Miradas al Sur” expresó: Lo que sucedió el jueves merece menos negación, menos autocomplacencias, menos ironías previsibles acerca de la presunta extracción de clase de los manifestantes. La del jueves fue una expresión importante que no sólo ocupó buena parte de la Plaza, sino unos cuantos barrios porteños, la Quinta de Olivos, ciudades del interior. No marca ni una crisis de gobierno ni algún tipo de bisagra. La movilización tampoco implica que el Gobierno deba revisar la dirección esencial de sus mejores políticas de inclusión, generación de empleo, o expansión de derechos. Aun así, el cacerolazo fue un llamado de atención……. El que escribe vive muy cerca de la Quinta de Olivos…. una vez que el que escribe se fue metiendo entre los varios miles de manifestantes que se juntaron ante la Quinta, no sólo confirmó ciertas caras algo desagradables (esa cosa entre pituca y prepotente de ostentar la centralidad de sí mismos, pibes de colegios privados caros), sino clases medias muy del común (jóvenes variados, alquiladores de un locutorio, de un local de fotocopias, profesionales, laburantes) que uno podría inscribir teóricamente en el campo “objetivo” de lo nacional y popular. Decir que todo cacerolero es un oligarca es sencillamente una falsedad. Hasta el recorte en la edición de Duro de domar mostró gente gorilita, pero de barrio.” Para el ensayista Alejandro Horowicz fue: “ La estrecha perspectiva country de una protesta.” El cura Eduardo de la Serna, poseedor de una pluma vitriólica, condensó en una nota muchas de las contradicciones de los caceroleros: “Los símbolos nazis junto a aquellos que dicen que la Cámpora y otras agrupaciones juveniles son las “juventudes hitlerianas”. Los que reclamaron “libertad”, junto a “los que quieren a Videla”, como Cecilia Pando. Los grupos PRO- Vida                          (particularmente PRO), junto con los cantos y pancartas que le deseaban la muerte a Cristina. Los que quieren un “dólar barato” para poder viajar cuando y como quiero, junto con los que quieren un “dólar recontra alto” para beneficiarse con sus exportaciones sojeras y otras. Y esto, junto con los que manifiestan libremente por qué no hay libertad…..”    
La lista, por supuesto, es inagotable. Estas son algunas muestras. En las favorables a la marcha y su contenido, salvo alguna excepción muy aislada, no existieron  referencias a expresiones de un odio infinito hacia la presidenta y las clases populares. Desde “Volvé Néstor y llevala a Cristina” hasta “Andá con Néstor , la puta que te parió”. Otros carteles la acusaban desde montonera a chorra, desde psicótica a perversa. Un pañuelo, imitación del símbolo de las Madres de Plaza de Mayo, usurpado con descaro llevaba la leyenda: “Aparición con vida del sistema republicano, se lo vio por última vez el 25 de mayo de 2003.”  Una cacerolera sostuvo que no quiere un golpe pero sí que la presidenta se vaya y otra declaró como una verdad obvia que las mujeres pobres se embarazan para cobrar la asignación por hijo. En la misma línea clasista y xenófoba,  uno de los cantitos entonados era: “El que no salta es negro y K.” Jauretche definió hace muchas décadas  este odio visceral, esa incomprensión de los bien comidos que se colocan en el axioma sarmientino del lado de la civilización, con aquella frase memorable: “Los pueblos no odian, odian las minorías. Porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor.”             
Mario Wainfeld apuntó correctamente: “Es de lamentar que entre tantos glosadores que sumaron La Nación y Clarín, varios con sobradas credenciales democráticas, no haya habido uno que deplorara esa barbarie”
A su vez fue lamentable la tapa del diario Página 12 del viernes 14, al día siguiente de la importante protesta, dedicada a la resolución judicial que reponía a maestros desplazados por Macri. En el margen superior derecho, en un espacio reducido, tituló: “Cacerola contra gobierno. Una marcha opositora confluyó en Plaza de Mayo desde diferentes puntos de la ciudad” y se desplegaba la nota recién en la página 12. Criticar las miserias de Clarín, imitándolas, no es el camino más adecuado a seguir.

RUIDOS METÁLICOS
El kirchnerismo tiene un piso entre 32 y 35%. Con relación a la última elección donde alcanzó el 55%, hay un 20% fluctuante que debe intentarse mantener en por lo menos 8 puntos. Para ello debe seguir profundizando lo hecho e intentar en un esfuerzo cultural gigantesco atenuar las aristas más irritativas sin regodearse en ellas. En síntesis: debe haber una política hacia los sectores medios que retenga a aquellos que sea posible, que neutralice a los más irritables y que evite en lo posible que sea la masa de maniobras de los sectores poderosos. Es posible que en parte sea una tarea imposible con los caceroleros activos por transmisión cultural y por alienación social pero no por ello debe desistirse de intentarlo. El gobierno debería evitar que mayores franjas de clase media pasen a la oposición activa. Es altamente probable que el intento de reforma constitucional y reelección sea el eje aglutinante de una oposición dispersa. Por el momento el ruido cacerolero carece de representación política. Pero ese es el déficit de la oposición y el gobierno se equivocaría si supone que esta es una situación estática e inmodificable.
Algunas declaraciones de funcionarios minimizando la protesta y estigmatizándola, en la que se destacó Juan Manuel Abal Medina, van en dirección contraria a lo que aquí se propone. En circunstancias como estas es bueno tener presente al filósofo Baruj Spinoza: “En política no hay que reír ni llorar, sólo comprender”. Loa caceroleros manifiestan  un enojo que es un estado en que la lengua funciona más rápido que la mente. En cambio el gobierno si actúa inteligentemente debe proceder como un paracaída, que funciona mejor cuando está abierto.
17-09-2012
Todos los derechos reservados. Hugo Presman. Para publicar citar fuente. 

imprimir página

2 comentarios:

  1. http://nacionalypopular.com/index.php?option=com_content&task=view&id=20002&Itemid=175

    ResponderEliminar
  2. Creo que hoy la clase media argentina, tanto la porteña como la federal, tiene su sueño partido. El ahorro es la base del sueño de la clase media. La posibilidad de que mediante la privación presente se alcance un futuro soñado.
    En mi caso particular, venimos ahorrando hace años con mi esposa para comprarnos una casa. Y justamente como vivimos en la Argentina, necesitamos ahorrar en una moneda que no se deprecie, sino no llegamos más a nuestra casa. Es que hace años que se observa mucha inflación. Muy elocuente. Entonces necesitamos una moneda de ahorro que sea más fuerte que el Peso. Lamentablemente es así. Guste o no.
    No queremos especular, ni invertir, sólo que nos dejen ahorrar de forma segura para comprar nuestra casa, que no es poca cosa. Elegimos ahorrar. Necesitamos ahorrar. Para eso precisamos comprar por lo menos U$S 500 mensuales con el remanente de nuestros sueldos. O con algunas privaciones, si se prefiere, pero la meta es alentadora.
    Sin embargo, ya no podemos. Laburamos en blanco, todo legal, pero no podemos.
    Ojo, tampoco podemos -por otros motivos claro- pagar los intereses altísimos de los hipotecarios (20% anual?: una fortuna). Ni queremos pagar tres veces el valor de nuestra casa. Tampoco nos prestan todo lo que necesitamos. Por eso ahorramos.
    Con el esquema actual, el Gobierno ha roto nuestro sueño (desde marzo no podemos comprar dólares). No vemos una solución a nuestro problema. Más allá de que se pesifique el instante propio de la transacción (lo que vemos bien), para ahorrar necesitamos poder comprar los dólares. Algo más fuerte que el peso.
    Pusimos un plazo fijo con nuestros ahorros desde marzo. Las tasas de interés de los bancos dan risa: 12% anual. Los valores de los inmuebles suben más que eso en pesos.
    ¿Cómo se arregla esto? ¿Cómo hacemos para llegar a nuestra casa?
    Creo que el gobierno se ha equivocado con estas medidas. Para limitar de esta forma las libertades (incluso las económicas que por tales no dejan de ser libertades del ser humano), el Estado debería demostrar que no existen medidas menos restrictivas de los derechos de la gente que puedan igualmente conseguir los objetivos perseguidos con las sí restrictivas. Y no lo ha hecho. Por el contrario, parece que el Estado ya no necesita tantos dólares para afrontar sus obligaciones. Entonces, de última, las medidas han resultado sobrevinientemente irrazonables (art. 28 CN).
    Mientras tanto, mi salario se deprecia mensualmente. Los precios suben. Los valores de los inmuebles en pesos suben. Hoy el dólar para operaciones inmobiliarias es de un esfuerzo compartido de $ 5,5. Sólo llamando a las inmobiliarias y contactando a vendedores se puede ver bien la situación.
    Creo que profundizar el modelo no lleva necesariamente a limitar los derechos de quienes estamos un poco mejor. Sino que es necesario multiplicar los derechos y recursos de los menos favorecidos sin afectar al resto de esta forma. Sin daños a terceros. Igualando hacia arriba. Crear valor en lugar de repartir miseria. Que el más desfavorecido, después de un tiempo, acceda a un excedente que le permita ahorrar en moneda que le preserve el valor del ahorro a través del paso del tiempo.
    Si no podemos combatir la inflación, si las tasas de interés en pesos están por debajo de ella, entonces con estas medidas puntuales que impiden el ahorro en la única moneda que se puede atesorar sin que se pierda tanto respecto del valor relativo en las cosas (más aún en ahorros a largo plazo), Cristina ha afectado a los laburantes clase media como yo que la peleamos día a día en miras de un futuro mejor a través de nuestro diario esfuerzo y ahorro. Y desde mi óptica lo ha hecho de forma irrazonable, injustificada. Por eso me expresé y protesté hace unos días.
    Esteban

    ResponderEliminar